Historia para hoy: la necesidad del pasado
“¿Para qué la historia? Pueden barajarse infinitas respuestas: historia para entender las urgencias y preguntas del presente, para afianzar o inventar una identidad y reconquistar continuamente la certeza de un sentido colectivo o personal; historia para dirimir las legitimidades del poder, para imponer o negar la versión de los vencedores, para rescatar o rectificar la de los vencidos. O para el ejemplo de la vida, para el repertorio infinito de la acción. Y al revés: historia para la contemplación paralítica y demorada, para el goce y la imaginación, para la curiosidad que pregunta simplemente por los trayectos de otros pueblos y otras civilizaciones. Historia también para saciar los rigores del largo y difícil camino de la ciencia, para recordar y comprender, para conocer y reconocer. En fin, historia para deshacerse del pasado, para evitar su acción incontrolada sobre las generaciones que la ignoran, para sustraerse al destino y previsto por el aforismo de Santayana según el cual los pueblos que desconocen su historia están condenados a repetirla.
“Más allá de estas respuestas axiomáticas o de las razones del historiador, el hecho es que los pueblos voltean ansiosamente al pasado sólo en las épocas que parecen atentar contra ellos; la sabiduría histórica se impone a las colectividades como saber útil y necesario en épocas de sacudimientos y malos agüeros, de incertidumbre o cambio de destino. Y lo hace con tal fuerza que los actores sucumben a la tentación de protegerse en ella y repetirla. Desafiados por el vacío del futuro, los revolucionarios buscan en el pasado los modelos propicios a su acción: la Revolución francesa en la antigüedad romana, la bolchevique en la francesa, la china en la bolchevique, la cubana en sus héroes independientes, la mexicana en los suyos liberales.”
Aguilar Camín, H. Historia para hoy. En Pereyra, C. et. al. (1980). Historia ¿para qué? México: Siglo XXI editores. 147-148.