Actividad Final

Distintos destinatarios

Actividad final

En la universidad, en el trabajo y en la convivencia social en general resulta muy importante comprender los propósitos de comunicación de todos los mensajes que recibimos. En la vida académica es particularmente relevante precisar los propósitos de aquello que leemos para poder establecer claramente la utilidad, o relevancia de las ideas que otros nos transmiten. Establecer el propósito comunicativo de un texto es una habilidad que requiere práctica, por ahora, ensayemos con un breve ejercicio.

Al terminar la actividad habrás logrado identificar el propósito comunicativo de dos textos diferentes.

Lee con atención cada uno de los siguientes textos.

 

1. Relee lo necesario y completa el siguiente cuadro sobre algunos elementos de la situación comunicativa.

Elemento comunicativo Texto A Texto B
El emisor, destinador o enunciador es…
Jorge Luis Herrrera
Martín Bonfil Olvera
Los receptores, destinatarios o enunciatarios es…
Podrían ser estudiantes  o personas que estudian historia o teología.
Científicos, personas jóvenes (estudiantes)
El referente, o de lo que habla el texto es…
Habla acerca del origen de la mitología en las culturas antiguas. Su función era dar explicación de las cosas que ocurrían en el mundo.
Trata de explicar que la ciencia ha prevalecido gracias a que muchas de sus explicaciones predicen eventos, pero que no por ello uno debe ser intolerante con otras formas de explicación (fe, tradición, fe).
Para recibir retroalimentación deberás escribir la respuesta.

2. Después, relee los propósitos comunicativos de los textos y a partir de cada uno, redacta en uno o dos párrafos una conclusión personal acerca de la importancia de las explicaciones míticas y científicas. Escríbelo en la caja de texto que aparece abajo.

A través de este ejercicio lograste percatarte de que conocer el propósito comunicativo que guarda cualquier clase de texto, facilita la comprensión que tengas de éste. Y así mismo sepas cuál es la intención del autor con lo que te está comunicando.

Los Mitos

Jorge Luis Herrera

Los seres humanos tienden a cuestionar el significado y las causas de todo lo que ocurre a su alrededor; pero, ante la incapacidad de obtener respuestas certeras y satisfactorias, las diferentes culturas del mundo se han valido de la mitología para intentar explicar —entre muchos otros asuntos— el origen del mundo y de la vida, la presencia del bien y del mal, la muerte, los fenómenos de la naturaleza y la existencia de un dios. Incluso, es preciso decirlo, muchas religiones sustentan sus ideas y sus normas en los mitos.

Los mitos son relatos a través de los cuales el ser humano pretende comprender cuál es su lugar en el universo y resignificar lo que le ocurre. Los hechos que describen estas narraciones son ficticios y se desarrollan fuera de lo que se conoce como “tiempo histórico”, es decir, de los sucesos que han ocurrido desde el surgimiento de la humanidad.

A través de los mitos se crean lazos entre los hechos incomprensibles y los comprensibles, y se asignan valores simbólicos y rasgos o interpretaciones humanas. Por ejemplo, se asocia a las montañas con los dioses, porque por sus características ambos son inaccesibles y de gran tamaño; tal es el caso del Olimpo, montaña que era considerada por los antiguos griegos como el hogar de las deidades.

¿Pero, para qué inventar historias fantásticas si podemos explicarnos buena parte de lo que ocurre en el universo por medio de la ciencia?

Aunque, en efecto, los avances científicos y tecnológicos cada día nos permiten vislumbrar el funcionamiento físico, matemático, químico y biológico del universo, aún quedan muchas dudas y existen hechos que probablemente no lleguemos a entender nunca. Además, la ciencia intenta explicar la realidad y los mitos sólo la interpretan.

Leer mitos antiguos puede ser muy entretenido e interesante. Una buena razón para acercarse a este tipo de narraciones es la de descubrir los gustos, las necesidades, los deseos y los miedos de otros seres humanos muy distantes a nosotros temporal y espacialmente, pero muy cercanos porque compartimos las mismas inquietudes y emociones. Un buen ejemplo es el mito de Pandora —narrado por e l poeta griego Hesíodo (siglo VII a. de N. E.) e incluido en el libro Teogonía —, con el que podemos identificarnos cuando nos hallemos frente a una situación de desaliento y tristeza, como la que provocan las catástrofes naturales o los infortunios que nos asedian en la vida cotidiana, pues nos recuerda que a pesar de todo la esperanza nos puede ayudar a sobrevivir.

Tal vez los mitos más famosos sean los griegos y los romanos, pero es necesario recalcar que todas las culturas de la humanidad han creado los suyos; por ejemplo, los babilonios tienen el Enuma Elish, los egipcios el Hermopolitano, los incas el de Manco Capac y Mama Odia, los mexicas el del Quinto Sol y los mayas el Chilam Balam. Te recomendamos que los leas, los analices y los relaciones con tu presente histórico, seguro que encontrarás ideas muy enriquecedoras.

La confiabilidad de la ciencia

Martín Bonfil Olvera

A veces parecería que la ciencia aspira a ser la única verdad posible. Que ninguna otra forma de conocimiento es válida. Que quien crea en algo que no pueda comprobarse científicamente es un tonto.

Hay quienes afirman esto en un momento de arrebato; otros lo creen sinceramente. En todo caso, quizá lo hacen impresionados por el tremendo poder de la ciencia para producir conocimiento que, cuando se aplica, funciona. Es decir, por su utilidad práctica.

Hay principios científicos que nos indican cómo hacer aviones que vuelen, cómo obtener antibióticos que maten a las bacterias que nos enferman, o cómo construir teléfonos que no necesitan alambres y puedan llevarse cómodamente en la bolsa. Siguiendo estos principios conseguimos aviones, antibióticos y teléfonos celulares que funcionan.

Pero de ello no puede deducirse que los principios científicos sean indiscutiblemente ciertos: podría tratarse de coincidencias erróneas pero afortunadas. Sólo que muy probablemente lo sean. De ahí parte la confianza que tenemos en el conocimiento científico.

Pero si algo nos ha mostrado la historia de la ciencia es que los principios científicos cambian con el tiempo: las teorías útiles son tarde o temprano sustituidas por otras mejores… o al menos más convincentes. El filósofo Karl Popper describió este proceso de avance del conocimiento científico como una serie de “conjeturas y refutaciones”: los científicos plantean hipótesis para tratar de explicar un fenómeno, y luego esas hipótesis son sometidas una y otra vez a la prueba de enfrentarse a los hechos. Si fracasan quedan refutadas, y son sustituidas por otras hipótesis que a su vez lucharán por “sobrevivir”, con lo que el ciclo se repite.

Es este ciclo continuo de prueba y error el que le da su magnífico poder a la ciencia. Su producto son explicaciones útiles. Tal vez no “verdaderas”, “reales” ni “ciertas” en el sentido estricto, pero sí confiables, aplicables; que sobreviven porque funcionan y, en muchos casos, permiten hacer predicciones.

Pero de ahí a pensar que otras formas de conocimiento, como la revelación, la fe, la tradición y tantas otras puedan ser descalificadas sin más hay mucho trecho. Pensar así sería caer en un cientificismo intolerante.

Lo único que se puede afirmar es que, en cuanto a fenómenos naturales se refiere, la fuente de conocimiento más confiable con que contamos es la ciencia. Y que, en todo caso, quien pretenda demostrar la existencia de fenómenos sobrenaturales, tendría que proporcionar pruebas muy convincentes. A falta de ellas, lo mejor es preferir las explicaciones que nos proporciona la ciencia.

Alumno: