La India
Considerada la joya de la corona, constituyó el eje del imperio británico en Asia. Desde finales del siglo XVIII la Compañía Inglesa de las Indias Orientales, empresa comercial de carácter privado con control estatal, se había apoderado de grandes extensiones territoriales de la península aprovechándose de los conflictos constantes entre los atomizados principados autóctonos, provocados por diferencias culturales, religiosas y lingüísticas, en los que la administración británica apoyaba a los bandos enfrentados a cambio de cesiones territoriales (Espino, 2010: 27). De esta manera, hacia 1819, la Compañía controlaba un territorio de casi 900 mil kilómetros, con una población cercana a los 90 millones (Franco, 2007: 27).
La explotación económica de la India se dio primero a través del cobro de contribuciones fiscales sobre la propiedad de la tierra, después con la compra de materias primas baratas y la venta de productos industrializados, que provocó la ruina de la economía artesanal hindú, incapaz de competir con la producción textil inglesa. La miseria de grandes contingentes, sumado a la imposición de instituciones y formas de vida y trabajo occidentales, así como la modernización tecnológica en transportes y comunicaciones afectaron el sistema de vida tradicional, provocaron la rebelión de los soldados indios de la Compañía en 1857 (cipayos); revuelta que duró un año y sirvió a la corona británica para desplazar a la Compañía y tomar el control directo de la colonia.
Cipayos dividiéndose el botín después de su motín contra el dominio británico