Nacionalismo y unificación
Uno de los instrumentos eficaces para lograr mantener un régimen monárquico, fue la exaltación del nacionalismo, que en algunas ocasiones se convirtió en un patriotismo exacerbado que derivó posteriormente en el racismo y xenofobia que caracterizó a algunas naciones a principios del siglo XX.
El nacionalismo implica:
El principio de la soberanía nacional: que postula que la nación es la única base legítima para el Estado.
El principio de nacionalidad: que establece que cada nación debe formar su propio Estado, y que las fronteras del Estado deberían coincidir con las de la nación.
Este movimiento derivó en un proceso conservador y agresivo, supeditando la libertad y dignidad de los individuos a los intereses de diversos grupos sociales con poder político y económico. Se convertiría en el sustento del imperialismo, al conformar la base ideológica que sostenía la defensa de los intereses de la patria, en contra de los de otros pueblos y culturas, lo que permitiría mantener el control de materias primas, recursos naturales, ubicaciones geográficas estratégicas para su comercio y el control de amplias masas consumidoras de sus productos, creando colonias, protectorados o enclaves.
Es menester manifestar que algunos de estos argumentos derivaron en acciones reforzadas con ideas racistas que justificaban los prejuicios de la supremacía racial y la xenofobia que derivó en los enfrentamientos militares que desembocaron en la gran guerra del siglo XX.
El objetivo central de la conformación de la Santa Alianza era formar un bloque fuerte que pudiera dar respuesta al establecimiento de un mercado económico europeo que emanaba de las ideas del Liberalismo.
La consecuencia de la nueva reestructuración económica y política de Europa fue la unificación de los imperios y reinos que conformaron la Santa Alianza para consolidarse económica y políticamente y entrar a la competencia imperialista. Por otro lado, como una manera de protegerse de la influencia de los movimientos revolucionarios que se empezaron en Francia y en otras zonas de Europa.
Tanto Italia como Alemania buscaban acabar con los viejos regímenes dinásticos y buscaban la unidad del país a fin de liberarse de los gobiernos autocráticos y extranjeros que habían dominado la zona geográfica donde se encontraban.
Por otro lado, en ambas naciones imperaba la necesidad de aglutinarse como una nación fuerte a fin de incorporarse a las nuevas demandas que el imperialismo estaba marcando, y así hacer frente a los embates de las grandes potencias que buscaban su expansión no solo en África, Asia y América, sino también en el mismo territorio europeo.