El Realismo
Esta corriente predominó en la segunda mitad del siglo XIX, pero tuvo sus orígenes desde la segunda década de esa centuria. Una de sus primeras expresiones se dio en la pintura de paisajes o naturalista, cuando se sustituyó la carga romántica y simbólica, abandonando las motivaciones poéticas y literarias, para reproducir sólo lo que la naturaleza mostraba. Ejemplos de este tipo se pueden observar en las obras del paisajista inglés John Constable y del francés Camille Corot.
Los pintores y escritores de esta corriente reivindicaron como campo de creación artística lo perceptible en su tiempo y espacio concretos, lo visto y vivido, lo experimentado sensorialmente, lo contemporáneo (“el aquí y el ahora”); al plasmar la realidad, lo percibido, sin una visión simbólica y trascendente, y al oponerse a que el arte fuera un mero espectáculo complaciente, lo popular adquirió categoría artística, como sinónimo de moral y auténtico, por lo que al representar a las clases sociales desfavorecidas, campesinos o trabajadores urbanos, se reivindicaba el carácter social del arte. Así, mientras Gustave Courbet recupera como objeto de su pintura a gente de su entorno; otros, como Jean Francois Millet y Honoré Daumier, pintan de manera digna el trabajo campesino o muestran la miseria que rodea a los trabajadores en la ciudad. Otro tanto se puede decir de las obras literarias de distintas nacionalidades como los rusos Liev Tolstói y Fiódor Dostoyevski, los franceses Honoré de Balzac, Gustave Flaubert, el inglés Charles Dickens, y el español Benito Pérez Galdós.
Parque de Wivenhoe, John Constable, 1816
El campo de granos, John Constable, 1826
El camino de Sèvres, Camille Corot, 1858
El reencuentro o “Buenos días señor Courbet”, Gustave Courbet, 1854
Las espigadoras, Jean Francois Millet, 1857
El vagón de tercera clase, Honoré Daumier, 1862