La litografía y el grabado en México durante la segunda mitad del siglo XIX
La litografía y el grabado fueron dos de las expresiones artísticas que tuvieron especial importancia en el México decimonónica. En esta época brillaron artistas como Casimiro Castro y José Guadalupe Posada quienes retrataron, cada quien a su manera, la sociedad mexicana. Sus obras son actualmente importantes fuentes para conocer la cultura y la vida cotidiana de los mexicanos de sus tiempos.
Casimiro Castro (1826-1889) fue un dibujante, litógrafo y pintor mexicano. Estudió en la Academia de San Carlos y empezó haciendo litografías para periódicos religiosos y literarios como “El Museo Mexicano” (1843) y “El Gallo Pitagórico” (1845). Es ampliamente reconocido por sus obras “México y sus alrededores” (1855-1856) y “Álbum del Ferrocarril Mexicano” (1872) en el que retrata la vida de los mexicanos y la naturaleza nacional.
En “México y sus alrededores” presenta 42 litografías (31 elaboradas por él mismo) de la ciudad y su entorno, llama la atención que muchas vistas son captadas desde azoteas y globos aerostáticos. Es una joya porque en esta obra aparecen retratos de la vida cotidiana de los mexicanos: tlaquicheros, aguadores, vendedores de víveres, velas y comidas preparadas, luciendo rebozos, mantas, sombreros, huipiles y llevando consigo petates, guacales, canastas, cántaros, y otros personajes y elementos típicos de México.
Portada libro México y sus alrededores de Casimiro Castro
Para conmemorar la inauguración del primer ferrocarril mexicano que corría del puerto de Veracruz hasta la Ciudad de México, Casimiro Castro, elaboró junto con otras artistas el “Álbum del Ferrocarril Mexicano” que contiene 24 láminas en cromolitografía con vistas pintadas al aire libre,
José Guadalupe Posada (1852-1913)
José Guadalupe Posada frente a su taller de grabado
Fue un dibujante, caricaturista y grabador mexicano. Estudió a los 15 años en la Academia de Artes y Oficios de la ciudad de León y empezó a colaborar en el periódico “El Jicote” –“periódico hablador, pero no embustero, redactado por un enjambre de avispas”- en la ciudad de Aguascalientes en el taller del político liberal José Trinidad Pedroza en 1868. Por la represión política los dos se asientan en León, Guanajuato y trabajan en sus proyectos hasta 1888, año que pierden sus instalaciones a causa de una inundación. Posada se muda a la Ciudad de México e instala su taller en la calle de Moneda (hoy Madero) número 5 donde trabajaría hasta su muerte.
Se estima que realizó alrededor de 15.000 grabados, un número inigualado en su época y retrata la realidad porfiriana: la modernización de los transportes (trenes y automóviles), los nuevos medios de comunicación, las nuevas fuentes de energía (la electricidad), las acciones de gobierno, el movimiento revolucionario (el magonismo, el maderismo) y las distintas clases sociales.
Diversos artistas mexicanos como José Clemente Orozco, Diego Rivera, Alfredo Zalce y José Luis Cuevas lo señalan como el maestro que rompió con los estilos artísticos tradicionales y que desarrolló nuevas temáticas y una estética diferente.
“Posada se inserta en el primer auge de la prensa obrera y de los impresos de amplio consumo popular, como calendarios, cancioneros, hojas volantes, cuentos, recetarios, modelos de cartas de amor, anecdotarios, “ejemplos”, juegos de salón, silabarios, carteles de teatro y circo, naipes, planos, anuncios comerciales, sucedidos, programas de corridas de toros. Entre todos destacaban los corridos y las calaveras. Los corridos por ser una sencilla crónica en verso, para ser cantada, de hazañas o acontecimientos reales o legendarios extremadamente conmovedores por las pasiones o los horrores que relataban. Las calaveras, que se difundían profusamente el día de la conmemoración de todos los muertos, utilizaba los huesos descarnados llenos de vitalidad burlesca, estableciendo un más allá de la vida y de la muerte. En medio de tanta amargura y tanto crimen, el sarcasmo en forma de esqueleto era un recurso inagotable de precaria reafirmación individual y colectiva. Gran parte de este material se imprimía en hojas de colores que volaban de mano en mano, de boca en boca, de ojo en ojo por todo el país.” *