Sociedad

Sociedad mexica

Al establecerse en el Valle de México la sociedad mexica adoptó una estructura cada vez más jerarquizada conformado por nobles, guerreros, sacerdotes, artesanos y comerciantes. Por la disponibilidad de las fuentes, conocemos a mayor detalle la sociedad mexica en su fase imperial (1428-1519). En esta etapa se puede dividir en dos grandes grupos: el de los pipiltin (singular pilli) o nobles y el de los macehualtin (singular macehualli) o gente común. La posición social se definía por nacimiento y sólo en casos excepcionales un macehual podía escalar.

Diferencias sociales expresadas a través de la indumentaria

Los hombres se vestían con maxtlatl o ceñido, el tilmatli o manta cuadrangular anudada al cuello o sobre los hombres y los cactli o sandalias. Las mujeres visten un huipilli o camisa, el cueitl o falda y a veces cactli.

La diferencia social se marca claramente: los gobernantes se visten con un tilmatli elegante elaborado de algodón y traen un maxtlatl largo y adornado, también calzan sandalias o cactli de cuero. Mientras que los macehuales vestían un tilmatli elaborado con fibras de maguey y usaban poco las sandalias o unas de calidad inferior, elaborado con caña de petate. En la imagen a la derecha se ve un mercader de ropa, quien también viste un tilmatli más decorado. La vestimenta marcaba las diferencias de clase y de posición en la sociedad ya que sus colores y decorados podían corresponder con un cargo o rasgo distintivo.

Los pipiltin realizaban tareas relacionadas con el gobierno, la justicia, la organización de la guerra y el culto religioso, y vivían de los productos que los macehuales y los pueblos sometidos tributaban al palacio y el tlatoani distribuía periódicamente. Los macehuales eran agricultores, pescadores, artesanos y trabajadores de otras especialidades, que se organizaban en calpulli.

Esta división social conocía ciertas excepciones, los artesanos y los mercaderes pochtecas no pagaban tributo con trabajo (pero sí en especie) y los últimos no tenían la obligación de ir a la guerra. Los pochteca, originarios de Tlatelolco, contaban con ritos, ceremonias y un código jurídico y económico propio. Gracias a su presencia en todo el imperio actuaban en muchas ocasiones como embajadores, diplomáticos o incluso espías. También los yaoteca o guerreros jaguar y águila gozaban en tiempos pacíficos de una situación de privilegio: “bailaban, bebían cacao, disfrutaban de la compañía de cortesanas; si algunos de estos guerreros llegaban a viejos, se dedicaban a instruir a los jóvenes en las escuelas.”

En la base de la pirámide social se encontraban los campesinos no libres o mayeques quienes trabajaban las tierras de los nobles y dependían directamente del tlatoani, los cargadores o tlamemes, los esclavos o tlacohtli y los cautivos de guerra o mamaltin.

Pirámide social mexica.

La esclavitud no fue de importancia económica en Mesoamérica y entre los mexicas se distinguían los esclavos dedicados a cargar agua y leña por un lado y los esclavos para sacrificios por otro. Estos últimos se adquirían en el mercado de Azcapotzalco y los primeros llegaban a tener esta condición social por deudas o por alguna ofensa.

Formar parte de una comunidad era importante porque vivir fuera de ella era muy complejo: “Las populosas ciudades del Posclásico dieron cobijo a vagabundos, delincuentes y malandrines de diversa índole. En principio, todos los individuos estaban sujetos y protegidos por la comunidad a la que pertenecían, pero cuando un individuo llegaba a desprenderse de su comunidad, era imposible que se insertara en otra; no le quedaba más recurso que la vagancia. Y tal cosa podía ocurrir cuando un adolescente decidía escapar de la casa paterna, cuando alguien que había cometido un delito decidía huir de la ciudad para evadir a la justicia o incluso cuando una comunidad o una ciudad le aplicaba la pena del destierro a uno de sus miembros por alguna falta grave. Así surgieron, al parecer, los cargadores del mercado o tamemes (de tlamama, el que carga), los mendigos, las prostitutas, los ladrones y salteadores de caminos de que nos hablan las fuentes. Algunas descripciones nos presentan de modo bastante dramático a individuos andrajosos, desmelenados y llenos de raspones, que se tambalean en las calles, mal dormidos o borrachos, en el límite de la humanidad; deambulando nocturnos en las plazas de mercado, en busca de los desperdicios dejados por los tratantes.” (Escalante Gonzalbo, P. (2008). En Nueva Historia Mínima de México Ilustrada. 97-104.)

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