Las alianzas estuvieron sujetas al vaivén de las circunstancias, lo que explica que se unieran países que habían sido enemigos en otros momentos de su historia. El motivo de las uniones estaba lejos de basarse en la amistad o en la lealtad, cuestiones prácticamente ajenas a la moral burguesa cuyas directrices se ajustaban a los intereses políticos y económicos. Teniendo en cuenta estos elementos podremos entender mejor el juego de las uniones, rompimientos y traiciones. El caso de Francia y Alemania ilustra muy bien la relación de conveniencia que se llegó a establecer entre las potencias imperialistas, en unos momentos eran enemigos, en otros casi amigos y en otros archienemigos. Algunos historiadores consideran que la rivalidad entre estas naciones tuvo una influencia decisiva en el estallido de la Primera Guerra Mundial.
En la siguiente línea del tiempo se revisan, brevemente los momentos más importantes de la alianza entre Francia y Alemania durante el periodo de 1807 a 1914:
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En 1914 las grandes potencias estaban organizadas en dos bloques. Los antecedentes de la Triple Alianza se remontan a 1879, cuando Alemania firmó un pacto secreto con Austria para defenderse de Rusia y de Francia. Sin embargo, como Inglaterra amenazaba los intereses rusos en Asia, el imperio zarista decidió formar una alianza con Alemania y Austria en 1881, así nació la Alianza de los Tres Emperadores. Por otro lado, aprovechando que Italia también tenía conflictos con Francia e Inglaterra por las posesiones coloniales, Alemania se acercó a ella y conformaron la Triple Alianza, integrada en 1882 por Austria-Hungría, Alemania e Italia y ratificada en 1912. Ésta última alianza fue la que, en 1914, tuvo el papel protagónico en el estallido de la guerra. Es importante mencionar que Italia sólo fue parte formal de la alianza, pues siempre mantuvo una actitud vacilante y finalmente se pasó del lado contrario en 1915. Rusia, por su lado, dejó la Alianza de los Tres Emperadores y formó parte de la Triple Entente hasta su salida de la guerra.