Generalmente suele ser bastante complicado el entendimiento sobre conflictos tan llenos de sucesos como una guerra y más si en ella se ven involucrados muchos países y, por tanto, múltiples intereses. Ese es el caso de la Gran Guerra, nombre con el que se conoció a la conflagración que abrió el siglo XX. Por ello es importante tener en cuenta los beneficios que las potencias iniciadoras esperaban tener de su participación en el conflicto. Durante el siglo XIX se conformaron distintas alianzas como un mecanismo de protección frente a las posibles amenazas de países enemigos. Como en tiempos pasados estas uniones no fueron permanentes ya que su vigencia dependía de los intereses políticos del momento.
A finales del siglo XIX ese momento se caracterizaba por la amenaza que representaba Alemania para los intereses de las viejas potencias, lo que llevó a Francia e Inglaterra a hacer a un lado, al menos temporalmente, sus viejas rencillas y formar en 1904 la Entente Cordiale. Por las mismas razones, poco tiempo después Rusia dirimió sus diferencias con Inglaterra y entre las tres formaron en 1908 la Triple Entente. En 1882 Alemania y Austria-Hungría formaron la Triple Alianza y posteriormente se les unió Italia, aunque nunca actúo del lado de los imperios centrales por lo que Alemania lo consideró una traición.
En 1915, después de ofrecerse al mejor postor, Italia se comprometió con la Entente quien le prometió que obtenida la victoria, además de los territorios originalmente ofrecidos, participaría en la repartición de los dominados por Turquía y Austria.
La Triple Alianza formada por Alemania, Austria e Italia (1908)
Con la guerra en curso, otros países se adhirieron a uno u otro bloque buscando siempre que su participación les redituara grandes beneficios, como en el caso de Japón que pensaba apropiarse de las Islas del Pacífico y de las concesiones que Alemania tenía en China. En tanto, el Imperio Turco-Otomano y Bulgaria se unieron con las potencias centrales porque la rivalidad entre Alemania y Rusia les brindaba la oportunidad de recuperar territorios e influencia en la zona de los Balcanes.
Mezcladas con los intereses económicos actuaban las pasiones nacionalistas. Las viejas rencillas ya habían incubado un sentimiento de odio hacia el enemigo, y en el contexto de la situación de finales del siglo XIX y principios del XX, los militares, los políticos y los empresarios se encargaron de exacerbarlos para justificar la guerra y asegurar la participación incondicional y entusiasta del pueblo, como efectivamente sucedió al inicio del conflicto.
La prensa también jugó un papel importante en la difusión del nacionalismo irracional difundiendo noticias que exageraban las intenciones de los rivales y alarmaban a la población ante la amenaza de la invasión enemiga.
Bien mirado, el incidente entre Serbia y Austria no debía necesariamente conducir a la guerra y mucho menos involucrar a otras naciones, pero en el contexto de los intereses imperialistas en cuanto se presentó la oportunidad todos se frotaban las manos imaginando su prestigio engrandecido y las correspondientes ganancias territoriales. Veamos algunos aspectos de la situación geopolítica en la que se inició el conflicto y que explica en mucho la irracional disposición a la beligerancia.
Nacionalistas serbios dan muerte al Archiduque de Austria
En Europa se habían desarrollado distintos enfrentamientos entre las potencias, como la guerra franco-prusiana o la de las Siete semanas entre Austria y Prusia en 1866, o las de tipo colonialista, fueran de conquista o para reprimir levantamientos, incluso algunos de ellos tuvieron una duración considerable, pero ninguno sumó las características tan relevantes que hizo que la gente que la vivió la llamara la Gran Guerra. Mencionaremos algunos de los rasgos que la distinguen de los conflictos armados que le precedieron.
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La guerra respondía a un conflicto localizado en Europa y bien podía haberse resuelto entre los países involucrados, no obstante, las condiciones políticas y los intereses imperialistas lo llevaron a un enfrentamiento generalizado con la participación los cinco continentes, en territorios tan variados como Egipto, y la participación de hombres y mujeres de diversas procedencias como Hong Kong, China, Ceilán, Malaca, India, Nueva Zelanda, Australia, Sudáfrica, Egipto. Participaron 32 naciones de las cuales 28 se añadieron a la Entente. A continuación, se muestra un mapa de las Alianzas que había hasta 1917.
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La participación de los cinco continentes implicó también el concurso de millones de personas. Al iniciarse el conflicto los combatientes eran miembros del ejército, pero se daban casos, como el de Inglaterra, en los que sus tropas eran poco numerosas y debieron solicitar la integración de voluntarios. También a ellos se recurrió en el transcurso de la guerra para sustituir las cuantiosas pérdidas humanas. Se calcula que el número de muertos militares ascendió a
9, 720,453; el de civiles a 8, 869, 248 y los heridos a 21, 228, 813.
En esta movilización también debe considerarse a todos los que sin estar en el frente de guerra coadyuvaron sustituyendo la fuerza de trabajo de los hombres en las fábricas y en el campo. El número de mujeres, ancianos e incluso niños que hicieron esta labor es incuantificable, pero da cuenta de la profundidad con la que se afecta a una sociedad que se ve sumida en las condiciones de guerra.
Mujeres trabajando en una fábrica de soldadura durante la Guerra
Originalmente pensada para durar seis meses, la guerra se extendió por más de cuatro años, exactamente 52 meses en los que hombres y mujeres vivieron una de las peores pesadillas. Conforme fue avanzando el tiempo el ánimo de los combatientes fue decayendo y cada vez había más resistencia a integrarse al frente pues existía la seguridad de que ir a la guerra era ir al matadero. El armisticio se firmó el 11 de noviembre de 1918, llegaba a su fin una de las peores masacres de la historia, ahora comenzaba el momento de contar las pérdidas humanas y materiales y de volver a empezar.
Pintura que representa a la firma del armisticio en el vagón en 1918
En la guerra se usaron las armas tradicionales al lado de las de nueva creación. Antes de la guerra Alemania había estado desarrollando armas nuevas lo que, junto con la buena organización de su ejército, le permitió conseguir victorias iniciales importantes. Una vez que las otras naciones comenzaron a percatarse del gran número de víctimas resultado del nuevo armamento, inició una carrera feroz por superar, o al menos igualar, los artefactos bélicos del enemigo. Debido al uso de gases venenosos como el lacrimógeno, el mostaza y el fosgeno es que algunos dicen que puede llamarse a esta guerra la primera guerra química.
El gas mostaza fue introducido por los alemanes en 1917, éste no pretendía ser letal, era utilizado para acosar al enemigo e incapacitarlo
La prensa jugó un papel fundamental antes, durante y después de la guerra. Totalmente bajo la supervisión del Estado, la prensa antes del estallido del conflicto, se encargó de exacerbar los odios y los ánimos nacionalistas para que llegado el momento la gente estuviera convencida de la necesidad de protegerse del enemigo y de someterlo. Durante la guerra se ocupó de minimizar las muertes y el sufrimiento de los combatientes e incluso se podía inventar alguna victoria. Por supuesto, se continuaba con la pertinaz tarea de atizar el odio hacia el adversario, como el caso de los franceses que presentaban a los alemanes como grandes desalmados porque usaban gases venenosos o porque tenían armas que causaban mucho dolor. También manipulaba la información para crear la idea de que se iba ganando la guerra e incluía muchas imágenes mostrando a los valerosos soldados no sólo conformes con pelear, incluso contentos.
Los periódicos anuncian el fin de la Guerra