Con base en las ideas de Carlos Marx y la Segunda Internacional Obrera, Lenin y Trotsky pensaban que el éxito de la Revolución proletaria rusa dependía de la expansión del mismo proceso a nivel mundial. Como ideólogos y políticos pragmáticos fueron planeando una estrategia de apoyo a las luchas obreras en los países occidentales.
La esperanza de una revolución mundial fue creciendo entre los años 1916-1920, debido a: las huelgas obreras masivas en el sector siderúrgico de Alemania, el amotinamiento de los ejércitos franceses e ingleses contra sus propios líderes, los levantamientos de los obreros italianos en Turín y la rebelión republicana irlandesa en Dublín en 1916 (Harman, 2013: 394).
Lenin consideraba de especial interés la situación de Alemania, país que podía asegurar el triunfo del socialismo. En dicha nación la derrota era eminente, por lo que, en la ciudad de Hamburgo, la marina llamó a la formación de consejos de obreros y soldados, además de organizar una revolución que puso fin al imperio alemán para formar la República de Weimar gobernada por el partido socialdemócrata (SPD). La burguesía alemana quiso evitar cualquier escenario revolucionario ruso por lo que decidió pactar la paz y el armisticio, además dividió el movimiento obrero liderado por el Partido Comunista de Alemania (KPD) mediante grupos paramilitares o cuerpos francos integrados por excombatientes.
Rosa Luxemburgo en un mitin
En enero de 1919 un levantamiento obrero fue duramente aplacado por el gobierno socialdemócrata, acto en el que se asesinó a los líderes Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht. Este hecho fracturó al Partido Comunista Alemán en dos grupos, el de moderados -los viejos comunistas que buscaban conquistar el poder mediante los sindicatos y las elecciones parlamentarias-, y el de los radicales -quienes rechazaban la democracia parlamentaria y proponían una democracia de abajo para arriba partiendo de los consejos obreros-.
Tercera Internacional
Para expandir la Revolución hacia el Mediterráneo y concentrar las acciones de los comunistas de todo el mundo, el 4 de marzo de 1919 en Moscú, se fundó la Tercer Internacional o Komintern (Kommunistichesky Internatsional o Comunista Internacional) con delegaciones de 37 países.
Con apoyo de los soviéticos, la revolución fue una esperanza en muchos países, mientras que los partidos comunistas representaban la oposición política. A pesar de la ayuda limitada por parte de una Rusia en crisis, el miedo del contagio de la revolución fue real entre los dirigentes de muchas naciones, razón por la que se impusieron políticas para aislar a los comunistas a nivel interno y a la Rusia revolucionaria la mantuvieron en el exterior.
Apoyo a la “Internacional”
La idea de la revolución mundial estuvo presente en la política soviética hasta que Stalin implementó la teoría de “Socialismo en un solo país”; la Komintern se reunió por última vez en 1935 y se disolvió en 1943 para mejorar las relaciones internacionales de la URSS con los aliados.
Para saber más
Sobre las ideas de Rosa Luxemburgo revisa el texto “Revolución Rusa”.