Las implicaciones fueron variadas y tuvieron formas y gravedad distinta según el país del que se hable, pero lo que fue igual para todos ellos es que se afectó la vida de sus poblaciones, dando lugar a modificaciones en su cotidianidad, pero sobre todo en la forma de ver el mundo. Después de la guerra nada fue igual. Las reacciones recorrieron un amplio abanico, desde los vencidos que seguían en pie de lucha para lavar su honra manchada por la derrota, hasta los que reflexionaban con profundidad y se preguntaban quién o quiénes eran realmente los vencedores ¿un país? ¿un pueblo? ¿un grupo social? Y qué se había ganado. La pregunta estaba en el aire, pero dentro del marasmo de la destrucción del orden social previo comenzaban a dibujarse las respuestas cuando los individuos se miraban sin trabajo, sin comida, sin familia, sin alguna parte de su cuerpo, sin piernas y sin paz interna.
La Sociedad de Naciones y la paz ilusoria
La guerra tuvo repercusiones de diferente índole. En el terreno social la principal afectación se dio en la población dado el número de muertos, heridos, desaparecidos, lisiados y huérfanos. Se calcula que el número de muertos ronda los 10 millones. No es difícil imaginar lo que sucedería en una ciudad con familias desintegradas, mujeres viudas a cargo de la manutención agrícola y el cuidado de los hijos enfrentando las dificultades de una sociedad tremendamente tradicionalista que por necesidad había aceptado que la mujer renunciara al cuidado de su casa para integrarse a las actividades dejadas por los hombres, pero que seguía considerando la figura paterna como irremplazable en la familia.
La actividad económica dedicada a la satisfacción de las necesidades de la población se había orientado a una economía de guerra.
La rehabilitación de las tierras de cultivo abandonadas o arruinadas y de las fábricas maltrechas o destruidas representó una tarea prioritaria para que la producción regresara a la normalidad. Habrá que considerar que al mismo tiempo los países tuvieron que afrontar el pago de la deuda de guerra que habían adquirido, fundamentalmente con Estados Unidos. Como una forma de solventar la carencia de dinero efectivo, los gobiernos emitieron moneda provocando un proceso inflacionario dado que no había una correspondencia entre el dinero que circulaba y los bienes y servicios existentes. En el caso de los países perdedores la situación se vio agravada por las sanciones económicas de que fueron objeto, pues la carga de la reparación de los daños de la guerra se aunó a la carga de la reconstrucción de su país y de su economía.
La cuestión político-territorial fue de gran importancia en la medida que la desintegración del imperio austrohúngaro, del turco-otomano y del alemán reconfiguraron el mapa político y geográfico de Europa. A decir de Eric Hobsbawm (2003) con la Gran Guerra “el edificio de la civilización decimonónica se derrumbó entre las llamas de la guerra al hundirse los pilares que lo sustentaban”. La firma de la paz se formalizó a través de un conjunto de tratados en los que quedaban legalmente acordadas las sanciones económicas y territoriales a las que se hacían acreedoras los países que, de acuerdo con la visión de los vencedores, habían sido los responsables del estallido de la guerra. De gran trascendencia para los acontecimientos futuros fueron las sanciones económicas y la formación de nuevos países.
En las negociaciones fue de gran importancia la Sociedad de Naciones, creada por iniciativa estadounidense, ésta tendría la misión de resolver cualquier problema que se presentara entre los países para evitar que se repitiera la experiencia de la guerra. Sin embargo, cabe cuestionarse si las sanciones que se impusieron a los vencedores, el nuevo reparto territorial y la manera en que estructuraron los nuevos países fueron efectivamente acciones que prevenían una futura guerra o contribuyeron a que, bajo una paz aparente, se gestaran las condiciones que llevarían al estallido de la segunda guerra mundial.