En general hay un descenso de la producción manufacturera, producto de la inestabilidad económica generada en la inmediata posguerra, salvo en dos casos: Estados Unidos, principal acreedor en ese momento, y Japón. Hacia 1925 se observa una recuperación económica que marca una tendencia progresiva de crecimiento, cuando se tiene ya el control de aspectos como la inflación e inciden otros como la expansión del crédito, se reduce considerablemente la deuda alemana; llama la atención el crecimiento exponencial de Rusia, el cual continuará hasta 1929. Todavía hacia este año se observará, en comparación con los datos de 1925, un crecimiento importante de la producción. Hacia 1930 se deja sentir la contracción de la inversión, de los créditos, y las implicaciones económicas y sociales del crac de 1929, teniendo como resultado la caída de la producción.

Los efectos de la Gran Crisis de 1929 se reflejaron principalmente en la esfera de la producción. Contraída la producción vendrán otras consecuencias como el desempleo, y con ello la falta de ingresos en las familias, lo cual resultó en la disminución del consumo de alimentos, vestido, zapatos, y demás productos que el otrora auge económico o “bella época” posibilitó.