“Se crearían corporaciones por cada sector de la industria, y en el seno de cada corporación habría empleadores y sindicalistas fascistas para representar a los trabajadores. Cada corporación organizaría la producción, pagaría y establecería las condiciones laborales de su propia industria.” Asimismo, la sociedad se organizaría por sectores económicos, lo que definiría su forma de participar en la política y la cultura.

El objetivo del Estado corporativo era conciliar las distintas clases sociales mediante políticas propias del Estado fascista. Cada sector económico tomaría las decisiones a través de la cooperación de empresarios, trabajadores y mediados por sindicalistas del partido fascista.

Al ser árbitro en los conflictos corporativos, el Estado fascista quiso implementar un mayor control sobre la economía y sus principales integrantes, apoyando a los empresarios y la producción nacional.

Las intenciones de reorganizar a la economía italiana fracasaron porque el Estado no tuvo el suficiente control sobre el empresariado y para contentar a ese sector socioeconómico se les permitió operar sus propias estructuras y formas de organización. Sin embargo, se logró un mayor control sobre los trabajadores, lo que fue un aspecto fundamental para la continuidad del régimen.