En 1914 miles de jóvenes respondieron al llamado de sus gobiernos para enrolarse en el ejército y cumplir con su deber patrio y conjurar la amenaza que, a decir de la prensa, representaba el enemigo. No pasó mucho tiempo para que ese entusiasmo inicial fuera declinando. Sólo bastó saber que la guerra no sería tan corta como prometían los gobernantes y comenzar a recibir a los lisiados en los países para que se incubara el cuestionamiento de la validez de la guerra.

Distintos grupos de intelectuales y agrupaciones obreras denunciaron la perversidad de los fines de la guerra señalando que era una lucha entre los poderosos capitalistas y que paradójicamente debía ser librada por grandes masas trabajadoras resultando inaceptable que se enfrentaran a muerte millones de personas cuya condición de clase debía unirlos y no confrontarlos.

Desde posiciones políticas diferentes, liberales y socialistas, distintas voces se alzaron para demandar un alto a la conflagración. Con antecedentes de inicios del siglo XIX, en 1867 comenzaron a funcionar las agrupaciones pacifistas como la Liga Internacional y Permanente de la Paz en París, la Liga Internacional de la Paz y la Libertad con sede en Ginebra y la Oficina Internacional de la Paz que se fundó en 1891. En 1915 se constituyó la Women´s International League for Peace and Freedom mostrando una de las facetas importantes de la participación de la mujer en asuntos de interés internacional.